El Museo Arqueológico Nacional (MAN) expone desde este lunes una colección de cinco caras humanas finamente talladas en piedra hace más de 4.500 años, los primeros rostros humanos jamás hallados de Tarteso, un pueblo protohistórico que comerciaba con los fenicios desde Huelva y Cádiz y que dejó un importante enclave en Badajoz.

“De los tartesos habíamos visto sus joyas, relieves de animales y plantas, pero jamás nos habían mostrado sus caras, su mirada; ahora por fin les vemos”, ha asegurado la presidenta de Extremadura, María Guardiola, que junto al ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha participado este lunes en la inauguración de la Sala de Novedades Arqueológicas del Museo Arqueológico Nacional, en Madrid.

La sala, que mostrará los hallazgos arqueológicos que se vayan sucediendo en España, se ha estrenado con la exhibición ‘Rostros de Turuñuelo’, hallados en 2023 en el yacimiento de Casas de Turuñuelo, en Guareña (Badajoz).

Con estos hallazgos, Extremadura “se ha convertido en el puente que conecta dos mundos y aporta luz y claridad en la oscuridad de ayer”, ha señalado Guardiola tras mencionar los numerosos frutos que están aportando varias excavaciones en la zona.

Los rostros, que tras ser excavados fueron enviados para su estudio al departamento de investigación del Instituto de Patrimonio Cultural de España, y antes de regresar a Extremadura para su estudio por los arqueólogos que los hallaron, ha sido prestados al Arqueológico, donde se podrán ver hasta el próximo 2 de febrero.

Para el ministro, esta iniciativa es muestra de una magnífica colaboración entre instituciones autonómicas y nacionales, y “no hay nada que me guste más que una buena colaboración institucional y que la cultura siempre vaya por delante de todo”, ha dicho.

El codirector de la excavación, Sebastián Celestino, ha explicado que entre finales del siglo V y comienzos del siglo IV a.C. fueron destruidos ritualmente y sellados una serie de edificios monumentales situados en el curso medio del río Guadiana, en Extremadura.

En 2014, las excavaciones en Casas de Turuñuelo sacaron a la luz una de estas imponentes construcciones que resultó ser posiblemente un templo de dos plantas en el que se había celebrado un gran banquete y el sacrificio de unos 50 caballos, antes de que las decoraciones fueran “intencionadamente destrozadas”.

Tras la destrucción, se prendió fuego al recinto y posteriormente fue sellado con una gruesa capa de arcilla.

“Fue una destrucción consciente y meticulosa, como demuestra el hecho de que todas las caras, las ánforas, las vajillas… estén rotas en pequeños fragmentos”, asegura Celestino, quien subraya que, pese a la destrucción, los rostros “puramente mediterráneos” impresionan por su belleza.